Por: María de los Dolores Palencia G., csj
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Agradezco a Liza y a Kascha, su presencia cercana en Roma, su invitación y apoyo para compartir con toda la Federación, las hermanas y la familia San José, la gracia recibida en este Sínodo.
La experiencia eclesial de sinodalidad que viví en este mes de octubre pasado, es una gracia que espero se derrame en todas las personas que creen en Jesús y así llegue a todos los pueblos. Esta experiencia me recuerda el don y la responsabilidad de ser Discípulas/os, Misioneros/as y el llamado desde el discernimiento personal y comunitario a dejarnos mover por la Ruah como María, para despertar la creatividad y anunciar, defender la esperanza, la vida plena para toda la humanidad y la creación, caminando juntos y juntas en complementariedad de ministerios y de capacidades.
Durante todo el Sínodo he sentido muy presente nuestro carisma de Comunión, el llamado a la participación corresponsable para el servicio de la Misión que es el Reino de Dios. La espiritualidad de las Máximas que nos descentran de nosotros mismos y nos ayudan a ver con corazón compasivo y misericordioso las necesidades y los clamores de los demás (Fil 2, 2-7). Ustedes podrán leer la síntesis en Inglés, ya publicada y encontrarán sin duda muchos espacios en los que podemos reconocer esa espiritualidad trinitaria de comunión, participación y complementariedad de dones, ese llamado a crear relaciones armoniosas que dignifiquen y que incluyan (Juan 17,21); la centralidad de las personas más pobres y vulnerables y el cuidado de nuestra Casa Común. El camino sencillo de la humildad, de la verdad, ternura alegre, de la colaboración sin brillos protagónicos, del grano de mostaza que entra en la tierra para ser fecundado y fecundar.
Esta etapa del Sínodo nos invita a ahondar y aprovechar las convergencias; a profundizar y aportar en los temas que no son suficientemente claros; a poner en marcha, ensayar, aunque nos equivoquemos las propuestas que surgen para vivir mejor la Sinodalidad. Dedicarnos desde nuestra vida cotidiana a anunciar que una hermandad es posible, gracias y más allá de nuestras diferencias y diversidades; que el compartir lo que somos con verdad y profundo respeto a la verdad de los otros, con una escucha profunda del sentir, el pensar y el actuar de cada uno, realmente nos lleva a salir de nuestro Yo, a recibir, acoger con alegría el Tú y a hacer existir un Nosotros que toma en cuenta nuestras diversidades y nuestros puntos de vista diferente, todo esto nos hace iglesia al servicio del Reino. En inglés el texto presenta esta frase: “más que decir que la Iglesia tiene una misión, afirmamos que la Iglesia es Misión”. (Synthesis part II, 8 a) En español se dice lo mismo con otra expresión: “La iglesia no tiene una misión, la Misión tiene una iglesia.”
La experiencia de diálogo sencillo y profundo en cada mesa redonda en la que participé, -y cada persona tuvo la oportunidad de estar en cuatro mesas diferentes-, a partir primero de presentarnos quiénes éramos, de dónde veníamos, qué hacíamos y qué nos gustaba hacer, favoreció conocernos por nuestro nombre y un ambiente cercano de empatía, de confianza. Al terminar cada tema, se sentía el aprecio mutuo, la amistad, el deseo de seguir alguna conversación más personalmente, tomar una foto del grupo, conservar nuestros what’s app, sostenernos unos a otros a través de la oración y al final siempre el deseo sincero: “Nos veremos el próximo año en octubre para terminar la tarea”
Compartimos en una misma mesa, -como en la Cena del Señor-, todos teníamos los mismos tres minutos para hablar, todos teníamos pequeños servicios que prestar en esa pequeña comunidad que duraba el tiempo necesario para compartir, dialogar, orar sobre un tema específico y para discernir juntos nuestro aporte a la Asamblea, votado por todos, firmado por el relator o relatora elegida por el grupo. Todos y todas bautizados en igualdad, con diversos servicios y ministerios.
Espero que encontrarán sin dificultad tanto en la Carta al Pueblo de Dios, como en el texto de la Síntesis, el aprecio y valoración del ser profético de la vida religiosa “centinela de las llamadas del Espíritu” para la iglesia, para con audacia y creatividad seguir respondiendo a nuevos rostros de pobreza, de carencia, de exclusión, de fragilidad. El rol de los laicos y laicas, valorando sus capacidades y su potencial para hacer presente en las sociedades, en los lugares de decisión claves, en el ambiente más político y científico, los valores y criterios del Evangelio y los intereses del bien común para toda la humanidad y para la Casa Común sin distinciones de razas, de lenguas, de posibilidades.
La conversación espiritual, ha sido la metodología que nos ayudó a entrar en un camino de conversión, un espacio de escucha personal al Espíritu, un compartir profundo de sus movimientos en cada persona, recibidos como don, como palabra para cada uno y recogidos en el silencio y en la oración; un segundo tiempo dejando ir, soltando lo personal, para enriquecerlo con lo que los demás me aportan, reconociendo las nuevas invitaciones y manifestando lo que sentimos como llamado del Espíritu; para así, en un tercer momento, empezar a construir entre todos, a partir de lo que el Espíritu mueve y reconociendo los puntos de consenso y en los que no hay consenso, lo que deseamos compartir a toda la asamblea para construir el nosotros. Recordamos varias veces el texto de los Hechos 15, “El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido…”
Cuanta cercanía hay en esta conversación espiritual y el compartir del estado del corazón y de la casa.
No quiero terminar sin señala el importante y fundamental aporte de los y las jóvenes, para ayudarnos a ver nuevos horizontes y nuevos espacios de anuncio. Acoger, escuchar, acompañar con mucho respeto a los y las jóvenes, partir de sus necesidades y de su visión, para re-crear el anuncio del Evangelio, sin olvidar un campo importante de misión que es el mundo digital. Los misioneros del Sínodo Digital hicieron aportes muy valiosos en la asamblea sinodal.
El llamado para todos a celebrar la vida, la fe y el compromiso en la Eucaristía, en liturgias que favorezcan el encuentro, el compartir y la experiencia profunda de fe y pertenencia a quienes participan, celebrar entre todos y con Jesús, cómo El lo hizo siempre con sus discípulos. No olvidar la mirada más allá de nuestras fronteras, nuestras tradiciones, “lo que siempre hemos hecho”, salir de nuestro confort, ampliar el espacio de nuestra tienda.
Que la Trinidad nos impulse a seguir caminando juntas y juntos, reconociendo al Espíritu que nos guía a en todo amar y servir como Jesús.
María de los Dolores Palencia G. csj Lyon, noviembre 4, 2023
[Hermana María de los Dolores Palencia Gomez, csj es una hermana de la congregación de Lyon en México.]